Herman BRAUN-VEGA
Artiste peintre (1933-2019)

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Porque Homero, sin duda, tuvo su Homero

Braun-Vega - Don Alfredo ou la Venus dans la chambre rouge

ALFREDO BRYCE ECHENIQUE
1983, acrylique sur bois, 1.40 m x 1.26 m

... Tal vez me falle la memoria y la frase de Victor Hugo no sea de Victor Hugo sino de alguien que, como Victor Hugo, también tuvo su Homero. Porque en la literatura, como también en la pintura y en el arte, sucede lo mismo que con el tiempo: no tiene principio ni final pero se hace camino al andar. Los hay, pobrecitos,que intentan andar contra el camino, como quien se niega a aceptar lo de Homero, y se tuercen tobillos, se rompen piernas, y así hasta que se les paraliza la creación. Perdonen, pero yo una vez vi una literatura que, para terminar con el banquete de la literatura, intente contar el mismo banquete pero desde el punto de vista de un tenedor. Y contradigo y me juego lo que quieran y les apuesto que Herman Braun-Vega vio algo peor todavía: por lo menos dos generaciones de pintores pontífices del anti-banquete, por lo menos dos escuelas y/o modas repletas de tenedores de la verdad en el arte. Qué horror. Con lo hermosa que resulta una moda de alta costura, porque todos sabemos que no durará más allá de una estación. Y con lo insoportable que resulta en los dominios del arte, porque algún cretino pretende haber descubierto por fin la verdad por los siglos de los siglos, ¿verdad?

Herman Braun-Vega supo desinteresarse de estos capitanes de una Armada de Tenedores. Y supo más: mirar por los ojos únicos de Picasso, Gran Almirante de la que se iba a Armar. Y así, en ese arte enriquecido por el Homero de Homero, el Rembrandt de Rembrandt, el Goya de Goya, el Picasso de Picasso, con amor al arte y por amor al arte, supo Herman encontrar, con meditada malicia (líbranos Dios de un arte si malicia) y robo perfecto de fuego divino, al Braun-Vega de Herman Braun-Vega.

Surgió, entonces, a todo nivel, lo más valioso y lo más hermoso de la promesa de su pintura. Es decir, la manera y la materia con las que este pintor resuelve el grave problema que en cada uno de sus cuadros, le plantea el pago honesto de enorme deuda, de tan arraigada operación de amor por la pintura, del robo del siglo al que constantemente se expone cuando se asoma a los secretos, ya no del arte, sino de la creación y de su arte. Subrayo su arte, porque ya estamos ante el cuadro terminado (cualquiera de los aquí expuestos), terminado y fruto de este momento más prometedor en que Herman Braun-Vega se apoderó de un pintor, se lo llevó un rato por el camino que se hace al andar, y se comportó todo el tiempo de la manera más imprevista.

Braun-Vega - Don Alfredo ou la Venus dans la chambre rouge

DON ALFREDO OU LA VENUS DANS LA CHAMBRE ROUGE d'après Velasquez
1987,acrylique sur toile, 1.14 m x 1.46 m

A su manera y con sus materiales, Braun-Vega cita incesantemente a pintores. Eso está claro, pero todavía hay mucho más. Esa manera, por ejemplo, en que cada uno de sus cuadros nada le deja al azaroso azar, sino que este es fruto de una coincidente y verdadera necesidad. Y, habiendo hablado ya de amor, me atrevería a decir que la pintura de Herman es producto, además, de la indignación. La misma división que establecía Juan Rulfo entre escritores indignados y escritores resignados, puede aplicarse también a la pintura. Y de esta manera, tras aquel permanente asombro ante lo cotidiano, del que con tanta malicia y nada gratuitos contrastes (Aprende, hermano, Habrá que compartir, Qué tal raza...), nos da asombrosa noticia cada cuadro, aparece el artista indignado y rebelde. Porque, desde luego, qué indignantes resultan esas permanentes barriadas de la necesidad, que no del azar, con las que pronto se invalido el precioso y acostumbrado banquete del arte. En fin, una dimensión más del asunto aquel de los capitanes de Armada y del Gran Almirante de la que se va a Armar.

Sí, ya lo sé esta es una dimensión que perturba, lo mismo que decía Stendhal de la política: "Es como un balazo en pleno concierto; molesta pero hay que voltear y mirar de dónde viene". Bueno, por ahí alguien me anda diciendo que con el arte abstracto no sucedería lo mismo. La vieja y estúpida interrogación para la cual tengo, felizmente, una respuesta muy literaria. Empieza con una pregunta y hasta con dos: ¿No es el arte abstracto algo así como la literatura fantástica? Sí. Pues ahora tráeme un cuento fantástico del siglo XIX, colócalo junto a una pintura abstracta del siglo que se acaba y dime, ¿en qué se parece? En nada. Qué mejor ejemplo quieres entonces de que el arte y el artista, lo quieran o no el arte y el artista, son un producto del mundo en que les tocó vivir. Del pasado, presente y futuro de ese mundo vivido y soñado. Ahora que, claro, frente a ese mundo hay los resignados y los que se indignan. Entonces, lo que hace un pintor resignado es describirnos, abstracta o figurativamente, muy convencionalmente ese mundo. Sólo nos superan en la técnica, a los que no somos pintores. Y entonces, lo notable en la pintura de Herman Braun-Vega es su visión absolutamente personalizada de una indignación. La eterna juventud de la rebeldía y el amor, para ser más breves.

Alfredo Bryce Echenique
Port Fornells, Menorca Agosto de 1985